Hace ocho años, cuando Barack Obama estaba a punto de entrar en la Casa Blanca, una de las últimas medidas del ejecutivo de George Bush fue rescatar al sector del automóvil. General Motors y Chrysler se acogieron al Chapter 11, similar al concurso de acreedores, y Ford resistió como pudo sin pedir ayuda al Gobierno. Ahora, que es Obama quien se va, la industria se ha recuperado, aunque no al nivel de su máxima gloria. Hace tiempo que EEUU no es ni el primer productor mundial de automóviles, ni el país que más vehículos matricula. Ese puesto lo ocupa China.
La victoria de Donald Trump es una pesadilla de la que no conseguimos despertar. Ha ocurrido. Y tenemos que pensar en las posibles consecuencias. A Donald Trump no le gusta que tanto acuerdo de libre comercio con otras naciones acabe llevándose por delante puestos de trabajo e industrias fuera de Estados Unidos, y el país que más teme las consecuencias de lo que va a pasar es el vecino del sur, Méjico. No solo ellos, los fabricantes que han metido barbaridades de dinero para levantar una industria muy poderosa en ese lugar se llevan las manos a la cabeza, entre ellos varios fabricantes alemanes.
Al ritmo que van las cosas, Méjico producirá uno de cada cuatro automóviles americanos en 2020. Con varias fábricas y un ecosistema de proveedores muy significativo, se ha convertido en un país muy atractivo para producir; Jorge Capiello nos lo explicó en un soberbio artículo. La victoria de Trump puede alterar mucho ese nuevo equilibrio. Ahora mismo, de acuerdo al acuerdo NAFTA, los vehículos van de un lugar a otro de la frontera sin pagar aranceles, como pasa con Canadá.
Una de las recetas de Trump para evitar que se siga deslocalizando industria automovilística consiste en levantar barreras arancelarias, como un muro en la frontera, pero en un sentido económico. Si los vehículos vuelven a pagar aranceles, habría que replantearse muchas cosas a nivel industrial, ya que los consumidores no estarán dispuestos a pagar la diferencia de su bolsillo.
Estados Unidos es importador neto de automóviles, en 2015 tuvo un déficit comercial de 125.780 millones de dólares
Sin embargo, el automóvil emplea en EEUU 926.400 personas entre empleos directos e indirectos, datos de este año, las mejores cifras desde 2007. El sector de la distribución emplea a aproximadamente 1,3 millones de personas. No solo eso, el país exporta casi un 30% más que en 2008. Los tiempos que Trump echan de menos era de cuando Detroit era una ciudad próspera, es decir, hace bastante. En ese sentido, la administración Obama no ha hecho un mal trabajo, se va con las cosas mejores que cuando llegó, al menos en este capítulo.
Muchas de las cosas que Donald Trump dijo en campaña eran barbaridades, el problema es cuáles de ellas piensa materializar. Desde luego buena parte de su programa electoral es objetivamente retrógrado, el “make America great again” implica una notable involución en múltiples sentidos. Por ejemplo, recurrir al proteccionismo económico (gravando los bienes extranjeros) acaba siendo perjudicial a largo plazo. En cambio, en el extremo opuesto, tenemos el caso australiano. Cuando el Gobierno retiró las facilidades y las ventajas a la industria automovilística, acabó anunciando cierres uno detrás de otro. Antes de que acabe esta década ya no se producirá ni un solo vehículo en ese país.
En los ocho años que ha durado Barack Obaman en la Casa Blanca, el automóvil ha experimentado cambios radicales en EEUU. Las gamas se han globalizado mucho, y ahora es mucho más corriente ver en ese país modelos que antes solo eran “para europeos”. Chysler acabó en manos de los italianos tras la espantada de Daimler. Tesla es el fabricante de referencia en coches eléctricos, y fue en parte gracias a la ayuda del Gobierno de EEUU. El diésel viene y se va casi con la misma rapidez que se volvió a introducir en 2008. Los SUV y los pick-up han recuperado mucho terreno por el desplome del petróleo (ya producen más de lo que gastan). General Motors y Chysler se deshicieron de toda la morralla con importantes pérdidas para el contribuyente y accionistas. Y podría seguir.
Es muy pronto para saber qué va a ocurrir, pero más vale que Trump tenga un buen equipo de asesores que pueda pararle los pies ante ciertas ocurrencias. Sus vecinos se aflojan el botón superior de la camisa para que la nuez transite sin problemas. Elon Musk (CEO de Tesla) ya estaba pensando en el viaje a Marte. Volkswagen espera que no se le complique mucho más la batalla judicial a consecuencia del Dieselgate. Ford igual tiene que mantener la producción de modelos compactos en EEUU. Son múltiples las incógnitas, pero no solo en el sector del automóvil, sino para la humanidad al completo.