A lo largo de la Historia, han sido cientos los pilotos que han intentado batir récords de velocidad sobre todo tipo de vehículos, pero pocos asumieron tantos riesgos como Jean-Claude Rude cuando en 1978 intentó alcanzar 240 km/h en bicicleta a rebufo de un Porsche 935 Turbo de 800 CV.
El primer ciclista que superó los 200 km/h en bicicleta fue el francés José Meiffret, y lo hizo detrás de un Mercedes 300 SL debidamente modificado para generar una carga de aire importante en la parte posterior. Meiffret logró su gesta utilizando la larga recta de una autopista alemana que, al no estar todavía terminada, no estaba abierta al tráfico.
Después, el norteamericano Allan Abbott consiguió mejorar esa marca al hacer 223.466 km/h detrás de un Chevrolet sobre las míticas extensiones de sal de Bonneville.
El también ciclista francés Jean-Claude Rude quería superar esos registros, y se fijó como objetivo a finales de los años 70 alcanzar 240 km/h utilizando también el rebufo de un coche. Por aquella época no había demasiados coches de calle capaces de alcanzar 240 km/h, así que recurrió a un coche de carreras.
Rude se puso en contacto con Henri Pescarolo, por aquel entonces piloto oficial del equipo Porsche Martini Racing, y le propuso su ambicioso proyecto. El 33 veces participante en las 24 Horas de Le Mans fue escéptico al principio y rechazó la propuesta, pero la perseverancia de Rude consiguió que diese el sí quiero. Y entonces comenzó el reto.
Porsche 935, una bestia con un turbo salvaje
Pescarolo corría por aquel entonces en un coche mítico, el Porsche 935. Basta con verlo para darse cuenta de que este coche era uno de los iconos de las carreras de resistencia de la época, un arma salvaje capaz de desarrollar 800 CV de potencia.
Lo hacía gracias a un turbo de esos de antaño, que también causaba que el coche fuese difícil de controlar. «El coche solo corría cuando el turbo funcionaba», dice sobre el Pescarolo al explicar que el turbo era muy difícil de dosificar, cuando empezaba a soplar lo hacía con fuerza y de forma inmediata.
Ese carácter del motor añadía sin duda dificultad al reto, ya que si Pescarolo no era fino con el acelerador y en la coordinación con el ciclista, podía «perder» a Rude y que este se saliese del rebufo, algo que a más de 200 km/h, supondría casi seguro una caída mortal.
Para generar ese rebufo, a la trasera del Porsche 935 se le acopló una estructura trapezoidal que permitía al ciclista casi meterse dentro del coche, con la rueda delantera de la bicicleta casi tocando la trasera del coche y el flujo aerodinámico sosteniéndolo en esa posición.
La bicicleta con la que querían conseguir el reto tampoco era normal del todo. Como salta a la vista en la imagen, la catalina de aquella Bianchi era casi tan grande como la rueda delantera, la cual a su vez era algo más pequeña que la posterior. Por su parte, el piñón era diminuto, lo cual permitía generar un desarrollo muy largo, tanto que por cada pedalada podría recorrer 27 metros.
Evidentemente, con ese desarrollo tan largo era imposible arrancar desde parado, utilizando únicamente la fuerza de las piernas del ciclista. Para el impulso inicial, una moto le ayudaría con un soporte para empujarle y alcanzar la velocidad de crucero, a partir de la cual sí sería necesario el impulso de las piernas del ciclista para mantener el ritmo y la posición.
Todo estaba listo, pero se añadió una dificultad más. La pista elegida para el intento de récord era el circuito de pruebas de Volkswagen cerca de Wolfsburgo, llamado Ehra-Lessien. Su recta comienza y termina en curva, añadiendo más dificultad si cabe al intento ya que necesitaban cada metro disponible para asegurarse que eran capaces de que bicicleta y coche pudiesen ir alcanzando velocidad poco a poco de forma acompasada.
Un gran intento, un gran imprevisto
El 23 de agosto de 1978 a las 10:30 dio comienzo el intento de récord. Tras varias pruebas de coordinación de las diferentes fases del reto, el Porsche 935 Turbo pilotado por Henri Pescarolo y la bicicleta con Jean-Claude Rude al manillar, comenzaron a ganar velocidad en lo que parecía el intento definitivo.
A 150 km/h, el impulso de la moto terminó dejando todo en piernas del ciclista que con su fuerza y la pericia de Pescarolo para controlar el turbo a medida que iban aumentando la velocidad, era clave para el éxito de esta gesta.
Y fue entonces cuando llegó el gran imprevisto. El neumático posterior de la bicicleta no aguantó la enorme velocidad a la que lo estaban sometiendo, explotó y quedó atrapado un trozo de caucho entre la rueda y el chasis, con lo que la rueda trasera quedó completamente bloqueada.
Rude fue capaz de mantener el control con mucha pericia, primero haciendo derrapar la bicicleta y luego manteniéndola en línea sin que llegase a sufrir una caída de fatídicas consecuencias. El casco, como salta a la vista, no debía proteger demasiado.
Caerse de una bicicleta a más de 150 km/h con las medidas de protección que tenían los ciclistas de la época no parecía plato de buen gusto, pero por suerte no ocurrió.
El susto fue tan grande tanto para Rude como para Pescarolo que el intento de récord concluyó en aquel momento, aunque ambos creían que podrían haberlo conseguido. Desgraciadamente nunca lo volvieron a intentar, ya que al año siguiente Rude falleció en un trágico accidente de tráfico.
Cuarenta años más tarde, Porsche lo volvió a hacer. En esta ocasión fue Neil Campbell quien montó en bicicleta para buscar esos 240 km/h, ayudado en esta ocasión por un Porsche Cayenne Turbo. Pero esa ya… es otra historia.